No podríem acusar a Fernando Onega de ser persones d´esquerres. Dic això per endavant, per si de cas. Tothom que ha volgut, l´ha pogut sentir als programes de televisió i de ràdio com a comentarista polític, i per tant pot situar-lo a l´arc ideològic oportú. Sempre això sí ha parlat amb elegància i respecte envers els altres i a mi em sembla una persona força mesurada.
Aquesta setmana ha estat una de les seves cròniques d´opinió, la que ha batut rècord de visites. Vull reproduir-la sense tocar perquè crec que té molt valor tenint present la que està caient i venint de l´arc de qui ve. Volsaltres podreu jutjar l´encert o no de les seves paraules. Au siau.
"Si lo escribo, puedo ser un demagogo; pero si no lo escribo, reviento, y prefiero no reventar. Lo más deprimente del día de ayer no es que los estudiantes hayan cortado carreteras. Tampoco que Mariano Rajoy anuncie más sacrificios. Ni siquiera que hayan aparecido voces que, amparadas en las cuentas del desastre, empiezan a pedir la reforma del Estado de las autonomías, que suele ser el prólogo para pedir su desaparición. Lo más deprimente fue abrir los periódicos y descubrir este retrato del país: mientras el presidente de Cantabria decía la frase del año (no hay un euro), en otras páginas se veía correr el dinero del privilegio. Alguna cúpula bancaria se repartía cientos de millones de euros. Un banquero indultado percibió más de once millones en el mismo ejercicio. Y en empresas privadas, los incentivos situaban algún salario en una cantidad próxima al millón de euros mensuales. Esas dos caras de la vida española se publicaron ayer.
La angustia económica de las autonomías ya sabemos a qué conduce: a la restricción del gasto social. Las cifras de los privilegiados caen sobre la piel de España pocos días después de conocer un estudio que alerta sobre la agonía de las clases medias, devoradas por la crisis; sobre los cientos de miles de hogares que se sostienen por la solidaridad familiar y la ayuda de los comedores de Cáritas, o sobre el aumento de las diferencias entre ricos y pobres que, naturalmente, se resuelve con esta sentencia: los ricos son cada vez más ricos, mientras el 22 por ciento de la población española vive con menos de 8.000 euros anuales, y a veces sin un solo euro. Uno comprende que a grandes ejecutivos corresponden grandes salarios. Uno comprende que en determinadas alturas de la gran gestión económica la competencia es durísima y resulta muy caro retener a los mejores. Uno comprende que la excelencia hay que pagarla. Y, puesto a comprender, uno comprende también que si se pagan grandes cantidades a los elegidos es porque son rentables para las entidades y compañías que muestran con ellos esa generosidad. Pero, aunque sea así, habría que recordar el consejo de aquel ministro de Gobernación a los gobernadores civiles: "Si no pueden ser castos, sean por lo menos cautos".
A un país de once millones de ciudadanos en el umbral de la pobreza no se le pueden refregar por la cara once millones de salario de una sola persona. A un país que no encuentra un euro de crédito en la banca no se le puede decir que las cúpulas bancarias hacen un festín de cientos de millones. A un país que está mirando si le aplican el céntimo sanitario o el copago en las recetas, esas exhibiciones le parecen o inoportunas o indecentes. Y ante eso, sólo cabe una petición: señores del privilegio, si no quieren que se incendie la calle, no provoquen, por favor. No provoquen, que lo suyo es glorioso, pero el pueblo lo está pasando muy mal."
Bravo Onega, bravo!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario